¿No
que podían con todo?
Pareciera
que no fue hace mucho cuando la economía mexicana se sostenía mayoritariamente
en el campo. Tanta importancia tenía este sector económico que fue uno de los
pilares de la revolución mexicana y de muchos otros caudillos que seguirán posteriores
a esta lucha. Con el tiempo y tras los inútiles y fallidos intentos de
presidentes que venían desde el general Porfirio Díaz hasta Álvaro Obregón o
Plutarco Elías Calles, por modernizar al país con un crecimiento interno, se optó
por mejor dedicar tiempo y recursos al sector agrario y llevar a la economía mexicana
por un sector agrario-exportador, que funcionaria muy bien hasta la llegada de los
años treinta, donde comenzaría su colapso.
Ya a finales de los años cuarenta parecía que
el país tomaría otro rumbo, pues las políticas implementadas por el gobierno de
Miguel Alemán con el Desarrollo
Estabilizador abrían el camino para un nuevo modelo económico que guiaría al
país a un nivel más alto. Y esto no era broma pues las políticas de sustitución
de importaciones, así como la intervención estatal en la economía, dejaban un
crecimiento anual del PIB de un 6.3%; México estaba creciendo, y estaba
creciendo muy rápido.
Las políticas Keynesianas no solo se aplicaron
de manera exitosa en nuestro país, sino en todo el mundo; el “Estado de Bienestar” era la moda
mundial. Y fue así como el gobierno se convirtió en esa instancia casi
omnipotente que podía salvar y dar todo. Se crearon múltiples instituciones de
bienestar social como el IMSS, ISSSTE, CONASUPO, etc. Además de esto, el
gobierno comenzó a absorber numerosas empresas con peligro de quebrar, para así
poder financiarlas y conservar el número de empleos. Todo era miel sobre hojuelas
en nuestro país, o bueno, así fue durante al menos treinta años, hasta que todo
se vino abajo.
Gracias a la crisis petrolera de 1973, el
precio del crudo se disparó y con esto no solo las grandes potencias vieron
devaluadas sus monedas, sino que los países con economías tan dependientes como
la nuestra se enfrentaron a una situación de la que casi no al cuentan. La devaluación
del dólar, la creciente deuda pública, la fallida petrolización de la economía y
un amplio gasto estatal sin fundamentos estaban dejando al país en la ruina
total.
Ahora
el Estado que se había dado el lujo de aumentar las empresas paraestatales de
322 en 1971 a 1,155 a principios de 1982, veía como el aumento del gasto público
pasaba de representar un 22% del PIB total en 1972 a un histórico 44% del mismo
en el año 1982 (Gonzales, 2000). Ahora de Estado de Bienestar solo tenía el nombre, pues México
estaba a punto de declararse en bancarrota total, por los excesos que había traído
el intervencionismo estatal.
El Estado que alguna vez se creyó
omnipotente y capaz de manejar la economía de manera eficiente se derrumbaba a
pedazos, y tenía que aceptar un nuevo cambio igual de radical que el anterior;
el modelo Neoliberal, trayendo como consecuencia un adelgazamiento del estado,
una increíble ola de privatizaciones, culminación de las políticas y
bienestares sociales y un fuerte golpe a la clase más pobre. Ahora el estado de
bienestar que tanto nos habían prometido, se desvanecía y traía consigo una política
económica dura, fría y muy cruel, pero que parecía la única salida a la profunda
crisis en la que habíamos caído.
No hay comentarios:
Publicar un comentario