viernes, 10 de junio de 2016

Y llega el neoliberalismo

¿No que podían con todo?

Pareciera que no fue hace mucho cuando la economía mexicana se sostenía mayoritariamente en el campo. Tanta importancia tenía este sector económico que fue uno de los pilares de la revolución mexicana y de muchos otros caudillos que seguirán posteriores a esta lucha. Con el tiempo y tras los inútiles y fallidos intentos de presidentes que venían desde el general Porfirio Díaz hasta Álvaro Obregón o Plutarco Elías Calles, por modernizar al país con un crecimiento interno, se optó por mejor dedicar tiempo y recursos al sector agrario y llevar a la economía mexicana por un sector agrario-exportador, que funcionaria muy bien hasta la llegada de los años treinta, donde comenzaría su colapso.

     Ya a finales de los años cuarenta parecía que el país tomaría otro rumbo, pues las políticas implementadas por el gobierno de Miguel Alemán con el Desarrollo Estabilizador abrían el camino para un nuevo modelo económico que guiaría al país a un nivel más alto. Y esto no era broma pues las políticas de sustitución de importaciones, así como la intervención estatal en la economía, dejaban un crecimiento anual del PIB de un 6.3%; México estaba creciendo, y estaba creciendo muy rápido.
     Las políticas Keynesianas no solo se aplicaron de manera exitosa en nuestro país, sino en todo el mundo; el “Estado de Bienestar” era la moda mundial. Y fue así como el gobierno se convirtió en esa instancia casi omnipotente que podía salvar y dar todo. Se crearon múltiples instituciones de bienestar social como el IMSS, ISSSTE, CONASUPO, etc. Además de esto, el gobierno comenzó a absorber numerosas empresas con peligro de quebrar, para así poder financiarlas y conservar el número de empleos. Todo era miel sobre hojuelas en nuestro país, o bueno, así fue durante al menos treinta años, hasta que todo se vino abajo.



     Gracias a la crisis petrolera de 1973, el precio del crudo se disparó y con esto no solo las grandes potencias vieron devaluadas sus monedas, sino que los países con economías tan dependientes como la nuestra se enfrentaron a una situación de la que casi no al cuentan. La devaluación del dólar, la creciente deuda pública, la fallida petrolización de la economía y un amplio gasto estatal sin fundamentos estaban dejando al país en la ruina total.
         Ahora el Estado que se había dado el lujo de aumentar las empresas paraestatales de 322 en 1971 a 1,155 a principios de 1982, veía como el aumento del gasto público pasaba de representar un 22% del PIB total en 1972 a un histórico 44% del mismo en el año 1982 (Gonzales, 2000). Ahora de Estado de Bienestar solo tenía el nombre, pues México estaba a punto de declararse en bancarrota total, por los excesos que había traído el intervencionismo estatal.


     El Estado que alguna vez se creyó omnipotente y capaz de manejar la economía de manera eficiente se derrumbaba a pedazos, y tenía que aceptar un nuevo cambio igual de radical que el anterior; el modelo Neoliberal, trayendo como consecuencia un adelgazamiento del estado, una increíble ola de privatizaciones, culminación de las políticas y bienestares sociales y un fuerte golpe a la clase más pobre. Ahora el estado de bienestar que tanto nos habían prometido, se desvanecía y traía consigo una política económica dura, fría y muy cruel, pero que parecía la única salida a la profunda crisis en la que habíamos caído.


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